8 de marzo de 2013

La vida de oficina, no es vida.



La vida de oficina es una mierda. La mía (mejor dicho, en la que trabajo) está llena de  mujeres  que todos los días se quejan de  desgracias como uñas rotas, la lonja que no les disminuye con la dieta, la falta de sueño porque el bebé no las deja dormir, o  por dolores  premenstruales. También hay hombres, unos que  se las dan de “muy listos” y utilizando el viejo truco de hacerle el favor al jefe (o jefa)  se hacen de privilegios, mientras otros, por no hacerle el favor tienen que chutarse las responsabilidades  del privilegiado sin siquiera recibir un “Gracias” a cambio y con una mentada de madre debe darse por bien servido. Por otro lado están los que se sienten “La Divina Envuelta en Huevo”, están también los entrometidos, los compulsivos, los metro sexuales, los acelerados, los demasiado pasivos, los caprichosos,  y bueno… uno que otro buena ondita; pero todos escondiendo sus frustraciones las tras la corbata. Un verdadero mosaico de personalidades que si no son bien llevadas pueden convertir este pequeño despacho en una batalla campal.

Por cierto, yo me clasifico en la categoría de: “Alivianada con límite de tiempo”, porque hay días en los que el “jabón de vale madrísmo” se me acaba y termino por convertirme en un todo lo antes mencionado.

En fin, mejor respirar profundo y contar hasta 100, total, personajes como éstos, con tantas historias vacías , los hay, hasta en las “mejores familias”.

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