La vida de oficina es una mierda.
La mía (mejor dicho, en la que trabajo) está llena de mujeres
que todos los días se quejan de
desgracias como uñas rotas, la lonja que no les disminuye con la dieta,
la falta de sueño porque el bebé no las deja dormir, o por dolores
premenstruales. También hay hombres, unos que se las dan de “muy listos” y utilizando el
viejo truco de hacerle el favor al jefe (o jefa) se hacen de privilegios, mientras otros, por
no hacerle el favor tienen que chutarse las responsabilidades del privilegiado sin siquiera recibir un “Gracias”
a cambio y con una mentada de madre debe darse por bien servido. Por otro lado están
los que se sienten “La Divina Envuelta en Huevo”, están también los
entrometidos, los compulsivos, los metro sexuales, los acelerados, los
demasiado pasivos, los caprichosos, y
bueno… uno que otro buena ondita; pero todos escondiendo sus frustraciones las tras la corbata. Un
verdadero mosaico de personalidades que si no son bien llevadas pueden
convertir este pequeño despacho en una batalla campal.
Por cierto, yo me clasifico en la
categoría de: “Alivianada con límite de tiempo”, porque hay días en los que el “jabón
de vale madrísmo” se me acaba y termino por convertirme en un todo lo antes
mencionado.
En fin, mejor respirar profundo y
contar hasta 100, total, personajes como éstos, con tantas historias vacías , los
hay, hasta en las “mejores familias”.
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